A veces, de rondón, ese nuestro "yo ocurrente" del que habla José Antonio Marina pone en escena un pensamiento triste. "Ocurre" entonces que se tuerce el argumento del día: éste iba bien, alegre, pero el nuevo personaje deja un hálito mortuorio. ¡Quién tuviera la habilidad suprema de hacer de su "yo ocurrente" un manadero de pensamientos sólo alegres y esperanzados!
2 comentarios:
Ningún yo, ocurrente o no, sabe firmar claúsulas de alegría permanente. Es una lástima, pero también hace que los momentos alegres estén "marcados". ¿Tú podrías vivir en una constante alegría esperanzada? Habría que ser demasiado injusto, creo yo (poco ocurrente).
Un saludo.
¡Vaya que sí sabría! No tengo la menor duda. Como tengo la más absoluta convicción de que fuimos hechos para la alegría, habitaría en ella como en mi tierra más propia.
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