sábado, 21 de julio de 2018

Matar a X (y a Y)


Los pájaros se cruzan mil veces en el cielo. La ventana de aluminio verde está entreabierta. No luce el sol pero la mañana es clara y limpia. Voy pensando en por qué X es un problema para mí después de tantos años de amistad. Necesitaría horas enteras, días de reflexión para alcanzar alguna claridad sobre este asunto. Soy consciente de que su contundencia al hablar, su seguridad, su aparente potencia vital me descolocan. Y no descarto que haya motivos inconscientes que se me escapan y que algún buen psicólogo acertaría a descubrirlos. A veces pienso, y esto es sólo una hipótesis, que ciertos tipos femeninos terminan convirtiéndose en murallas que no consigo escalar, a los que tendría que “matar” del mismo modo que, como decía Freud, hay que matar al padre para independizarnos de él y así recuperarlo después en un estadio de nueva madurez. ¿Necesito yo matar a X, y ya puestos también a Y, para que la relación prosiga por un derrotero distinto y superior?

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