lunes, 22 de enero de 2018

Gary Oldman

Gary Oldman es uno de los míos. Me cayó bien desde el principio. El Drácula que interpretó para Coppola es terrorífico y genial. Por su forma de encarnar a los personajes, creo que se inscribe en la estela del Actors Studio y sus Brando, Newman y demás. El George Smiley, de la novela de John le Carré, al que dio vida en la película El topo, es una de las mejores interpretaciones que he visto en toda mi vida. Parsimonioso, frío, ejecutor, da su golpe maestro y vence al final a todos en un acto de suprema inteligencia. En varios momentos de la película lo vemos nadando en una piscina. En ella se relaja. La escena es poderosa porque comprobamos hasta qué punto es dueño de sí mismo. Casi sentimos cómo ordena su pensamiento, cómo avanza hacia la solución final. Parece un reptil que avanza cauteloso hacia su víctima. Y todo esto viene a cuenta del Globo de Oro que ganó hace unos días por su interpretación de Winston Churchill, en la película Darkest Hour. Cuando habló, tras recoger el premio, estaba emocionado. El último agradecimiento fue para el premier británico. Él también lo es, concretamente de Londres. Ganará el Óscar, claro.

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