sábado, 11 de noviembre de 2017

¡Maldita genética!

Todavía me río al recordar el “¡maldita genética!” en el que prorrumpió mi prima X. Se refería a la que había permitido que su hijo heredase de su padre un rasgo de su carácter que la ponía de los nervios y que, a la postre, fue la causa de su separación. Lo sufría ahora en su hijo, que la condenaba a la misma incompatibilidad. Lo dijo con ganas, como conjurando un hechizo.

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