Se lo pasó muy bien los quince días
que estuvo de vacaciones con nosotros, mientras su mujer pasaba las suyas en
Cuba con unas amigas, más que muy bien incluso. El sol a raudales de todos los
días le permitieron gozar de mañanas de perro y monte en las que daba gracias a
Dios por la magnificencia de la naturaleza. El resto lo puso lo que el resto
del día daba de sí, el puro placer de hacer vida cotidiana en el nicho -hogar y
pueblo- que lo vio nacer y crecer.
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