Es una casa misteriosa. Las ventanas de la
planta baja, donde supuestamente se encuentra la sala, están siempre cerradas.
Pululan por ella jóvenes brasileños. Creemos que hay una mujer que debe ser la
madre de uno -o de más de uno- de ellos y que el resto son amigos que entran y
salen. Mi hermana María, que vive justo al lado con su familia, pared con
pared, les presentó sus quejas por los fiestorros que hacen a deshora, a las
tantas de la mañana, con la música altísima. Mi cuñado Víctor en una ocasión se
encontró en su huerta, también paredaña con la de ellos, un condón. “¿Y cómo
vino a parar esto aquí?” Se dice que la mujer adulta y supuesta madre de alguno
de los chicos se dedica a “la mala vida” en un club de alterne que no está muy
lejos del núcleo urbano. A mi hermana le pareció sentir una vez que la señora
se lo hacía con un cliente.
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