Es posible que en alguna etapa anterior de
mi vida fuera una persona realmente observadora, sobre todo de la gente, y que lo
hiciera saber al hilo de una conversación que lo demandase: “Yo es que soy una
persona muy observadora...”. Ahora ya no lo soy, y leyendo Ventanas de Manhattan, de Muñoz Molina, me doy todavía más cuenta
de ello: no, no soy el observador atento, detallado y minucioso que es él y que
le permite dar cuenta de todo lo que ve con golosa delectación, que llega a
fatigarle a uno. Mi mirada se ha hecho más vaga y menos exacta, más
contemplativa y menos curiosa, más panorámica y flotante y menos escrupulosa. Vivo
con ojo vago y adentradizo, con otro tipo de atención, más pendiente quizá de
rumores interiores, de rastros de nubes, de sonoridades lejanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario