En Aritmética emocional, de Paolo Barzman, me reencontré con la Sarandon. Es evidente que, para mi colección particular de ojos, los suyos no pueden faltar. Se suman a los de Montgomery Clift, ojos como bocas hambrientas, y a los de Paul Newman, ojos azul príncipe. Los de Susan Sarandon son, es obvio, de ésos que llamamos saltones: y es que parece que van a pegar un salto para darse por ahí un garbeo ellos solitos, canicas embajadoras de la vista.
4 comentarios:
Oye, Suso, tienes muy buen gusto ;-) En serio, la Sarandon es enorme, desde Atlantic City hasta Pena de Muerte, con alguna excepción que creo que confirma la regla de la fuerza que tiene.
Fue una total injusticia que no le dieran el Óscar por Thelma y Louise. Hubiera sido bonito que el magistral tándem que formaban ella y Geena Davis lo hubieran recibido conjuntamente.
Sarandon me gusta hasta en la sopa, pero ¿no te pareció Thelma y Louise un pelín tramposilla? Digo el guión. Tiene un novio de muerte, no le pregunta nada de nada y le lleva el dinero donde le dice, en fin, creo que juega un poquitín a "huyamos... aunque no tengamos de qué". Con todo me gustó, quizás no la entendí o no vi lo que tenía que ver.
Un abrazo desde el sol.
Y la Davis otro monstruo, me hace ¡muchísima gracia!
Tendría que volver a verla para apreciar esa trampa. En cualquier caso, si la hubiera, siempre quedaría el magisterio actoral de la Sarandon y la Davis.
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