Mientras los mini-yos guardan su sitio dentro de la danza interior que es la vida de cada uno, podemos decir que gozamos de armonía. Cuando alguno se sale de él, convirtiéndose en un maxi-yo, no interesándole ya bailar pegado sino a su aire, adiós armonía. En tanto no se reintegre a la coreografía común, acaso con propuestas nuevas e interesantes, no recuperaremos el equilibrio perdido.
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