Sobresalir, alzar la mano, dejarse ver, estar fuera, hacerse calle.
jueves, 16 de febrero de 2012
miércoles, 15 de febrero de 2012
martes, 14 de febrero de 2012
Nubes que pasan
Escuadrón de nubes sin guerra, hilas que caminan por el cielo, visión del que rumia una tarde silenciosa.
lunes, 13 de febrero de 2012
Uno que es más que uno
Me ocurre a veces con los amigos casados o emparejados que tras la pregunta “¿cómo estás?” añado de seguido, antes que me respondan, “¿cómo estáis?”, como si con la primera estuviese faltando a la verdad del que, siendo antes uno en uno, es al presente uno en dos. Él, ella, es ahora un “asociado”, ante el que queda manco un “estás” que no se complete con un “estáis”.
En el caso de mi madre lo veo mucho más claro. Durante una larga etapa de su vida, cuando se le preguntaba “¿cómo estás?”, ella contestaba: “estamos bien”. Era una “personalidad corporativa” (tomo este concepto de los exégetas y teólogos del Antiguo Testamento, que aplican a las figuras que representan a todo el pueblo: reyes, profetas, el siervo de Yahvé…). Su yo en cuanto yo materno integraba a otros, a sus hijos en este caso, sin los cuales no se veía a sí misma, o por lo menos no se veía del todo. No podía dar cuenta completa de sí sin dar cuenta de ellos.
El paso de los años trajo la atenuación de esto, porque de ser madre que tiene hijos pasó a ser madre tenida por ellos. Seríamos ahora nosotros quienes, tras haberla “incorporado”, contestaríamos “estamos bien” a la pregunta de “¿cómo estás?”
domingo, 12 de febrero de 2012
Por el viejo Cole
En el tercer capítulo de la tercera temporada de The Wire, la tan alabada, y con razón, serie americana, hay una escena conmovedora. Un agente ha muerto y, cumpliendo la tradición, todos sus compañeros lo despiden en una taberna irlandesa. Lo han tendido sobre la mesa de billar, perfectamente trajeado. En una mano tiene una botella de whisky, en la otra un puro; lleva su insignia de detective; a sus pies, una foto suya con otros objetos personales. Uno de sus colegas se pone en pie sobre una silla y, sosteniendo en una mano un vaso de whisky, comienza a hablar del agente muerto. Todos lo escuchan y se reconocen en lo que dice; asienten con la cabeza, complacidos, sin tristeza; despiden al buen hijoputa de Cole, mientras suena de fondo una tonada irlandesa. Lo que recuerda del viejo Cole, sin mentiras (“somos policías, así que no hay mentiras entre nosotros”), es su vida acertada y equivocada, enderezada y maltrecha, sin incienso, desde el corazón:
-¿No era tan lamentable como cualquier otro triste hijoputa con placa de la policía de la ciudad de Baltimore?Completamente.Su mierda era tan débil como la nuestra, sin duda alguna.Pero Ray Cole se mantuvo con nosotros, con todos nosotros, en Baltimore, trabajando, compartiendo una esquina oscura del Experimento Americano.Ha sido llamado.Ha servido.Se le reconoce.¡Por el viejo Cole!-¡Por el viejo Cole!, gritan todos alzando el vaso que beben de un trago.
Y a continuación cantan The Body Of An American, una canción de tradición irlandesa.
Esto lo podría haber filmado el viejo John Ford, hijo también de la bella Éire, que ensalzó como nadie la fraternidad que une a los soldados, recios hombres cuya virilidad no ahoga el corazón sino que, con justa emoción, lo libera para apoyar al compañero, para despedirlo. “La guerra podrá ser absurda, decía Sábato, pero la fraternidad entre dos soldados en una trinchera es un absoluto”.
Justos por pecadores
Que paguen justos por pecadores si ello vale para que los pecadores se vuelvan justos.
viernes, 10 de febrero de 2012
El humo
Los hogares, en la distancia, los señala el humo, banderolas que dicen “ven, esta es tu casa”.
Juntados todos
A cada uno le está reservado un trozo de vida que ve él solo y nadie más. Me pregunto si, juntados todos, compondrán un día el relato total de la verdad.
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