Soñé que estaba en Santiago, dentro de una casa
de piedra enorme y sombría. Sus enseres eran antiguos, de otra época. También
estaban mis hermanas Lucía y María. Era una mañana de domingo y me aburría
muchísimo, tanto que creía que me iba a morir. Después salimos los tres, cada
uno por su lado. Mi aburrimiento letal no cesó por ello. Al mismo tiempo, estaba
incubándose una amenaza apocalíptica. Se sabía que, no tardando mucho, la
tierra comenzaría a aplanarse y llegaría el momento en que se convertiría en
una lámina. El día mientras tanto se había ido cubriendo de nubes muy oscuras.
Sin embargo la gente no había perdido la comba del domingo y no parecía dispuesta
a dejarse afectar por tan terrible amenaza. A mí todo me resultaba de una
pesadez abrumadora. Cuando desperté estaba confuso. ¿Qué había pasado? Mi
madre, al alimón, también había sufrido una pesadilla, según me contó después.
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