¿Cuándo conocí a Jeff Bridges? Imposible saberlo.
Es otro de los actores que amo y, desde el primer momento, un amigo y ahora ya
un viejo amigo. Hace unos días volvimos a vernos en Comanchería (2016) y por eso lo traigo hoy aquí. Dicen de él que es
“un actor de raza” y yo me pregunto qué significa esto. ¿El que actúa por
instinto frente al que actúa por método? ¿El que nace y se hace frente al que
no nace y después se hace? No lo sé, pero en cualquier caso me gusta la
expresión: “un actor de raza”. Sin tardar, acude a mi memoria La última película (1971), en la que
Jeff tenía veintidós años y en la que formaba un precioso tándem crepuscular
con Timothy Bottoms, y, muy rápido también, el último plano de Fat City, ciudad dorada (1972), donde lo
veo acodado en la barra de un bar al lado de Stacy Keach. Después, el traedor
de recuerdos pega un salto de veintiséis años y me pone ante El gran Lebowski (1998), de los hermanos
Coen, en el que aparecía ya su versión barrigona y un tanto pasota y de la que
algún rastro queda en la película por la que ganó el óscar al mejor actor, Crazy Heart (2009). Sigue
matrimonialmente unido, desde 1977, a su primera y única mujer, Susan Geston,
lo que hace que lo ame todavía más. Un tipo decente en toda su extensión: como
hijo, como hermano, como marido, como padre, como amigo, como actor… Ojalá,
Jeff, que no nos falte nunca gente como tú en el mundo del cine.
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