martes, 25 de octubre de 2016

Ángel frunce el ceño

Ángel frunce el ceño cuando le digo que, cuando vaya a Madrid, cosa que ocurrirá a finales de noviembre, iré a visitar la exposición que el Thyssen le dedica a Renoir. Él, en Viena, está con sus Tizianos y demás genios de la pintura, y hace muy bien, pero yo sé que también hago muy bien con lo mío y lo mío ahora, en lo que a pintura se refiere, es todo lo que no quede a las espaldas del siglo XIX sino por delante. A estos efectos estoy decimonónico pero sobre todo muy veinteséculo. Voy a poner un ejemplo que escandalizará a la audiencia: si a mí ahora me ofrecen ver una exposición de Velázquez o una de Damien Hirst me voy a ver la del segundo. Hala, ya lo he dicho.

Ángel, te recuerdo que tú todavía estás enamorado de tus hormigones arquitectónicos… Uno tiene sus fases, ya sabes.

(Escribo esto porque él mismo me recordó que no estaba escribiendo nada en este blog, lo cual es muy cierto, pero, ¡ah, la musa, las musas!).

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