Los conocimientos, si se acumulan y no se
disuelven o integran en el flujo vital, ocupan un lugar: en este caso, el
saber, fastidiosamente, sí ocupa un lugar. Mi naturaleza es más de índole
contemplativa que cognoscitiva y es por esto que rechazo últimamente todo afán
de saber que, por más que otorgue conocimientos, no aumente la capacidad
contemplativa. Me da grima pensar en saber cosas por el mero hecho de “solo
saber cosas”. Me niego a ello. Necesito respirarlas, saberlas “sin afán” de
querer saberlas, como quien se agacha a coger una flor mientras va de camino a
ningún lugar o a todos los lugares. La necesidad de “desconocer” es decir
rotundamente no a toda ansia devoradora en el orden del conocimiento. Ansias
sí, pero de otro orden, deseos más bien, siempre de la mano del más profundo
sosiego.
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