Quieren las cosas ser amadas por nosotros, tocadas, sentidas. Anhela la almohada el peso de nuestro cabeza, el tacto de nuestra mejilla, el roce de nuestros cabellos. El volante disfruta con la presión de nuestras manos, y no digamos los pedales con la de nuestros pies. La silla se regocija cuando, al notar nuestros nalgas, asienta nuestro cuerpo. ¡Y cómo goza el respaldo del sillón cuando nos acoge como a un niño! Enfundando las piernas, los pantalones ven cumplida su dicha. Las gafas, ¡cómo brincan al montar la nariz y las orejas!
¡Alegría pura de las cosas al saberse hijas nuestras!
¡Alegría pura de las cosas al saberse hijas nuestras!
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