El gato estaba sobre el
tejado que cubre el gallinero y la gata, abajo, entre unas coles. Llegado el
momento se vieron y ya no dejaron de mirarse el uno al otro. El gato,
finalmente, tras un salto mal ejecutado, casi cayó encima de la gata. Entonces
comenzó el gato la conquista de la gata en celo. Se lanzó sobre su cuello y lo
prendió, lo agarró, lo mordió, ¿lo besó? La gata, sometida, permaneció inmóvil.
El gato la soltó y pegó un brinco hacia atrás. Hubo después una nueva acometida
y otra vez prendió con sus dientes el cuello de la gata. Esto mismo ocurrió dos
o tres veces más. En este punto la gata ya ofrecía su “entrada” al gato pero
hete aquí que apareció un rival que puso en estampida a los dos. El amor no se
consumó.
viernes, 19 de febrero de 2016
jueves, 18 de febrero de 2016
Argénteos campos
Por fin una helada como Dios
manda, concesión inaudita de un invierno crudamente cálido. “Argénteos campos”,
¿dónde estabais? Anhelaba vuestra pureza, el golpe del frío en mi cara.
miércoles, 17 de febrero de 2016
jueves, 11 de febrero de 2016
Don Draper
Desde el segundo uno del
primer capítulo de la primera temporada de Mad
Men, su protagonista, Don Draper me pareció un hombre triste y débil.
¿Buscaban este efecto los creadores de la serie, que advirtiéramos desde el
primer instante, debajo (¿o más bien “junto, mezclada con”?) de su apostura y
fortaleza, su tristeza y su debilidad? De ser así, en las labores de casting,
al aparecer el actor Jon Hamm, más en concreto, al aparecer la mirada de Jon Hamm, los responsables
dijeron: “Este es nuestro hombre”, el hombre que cae, que siempre está cayendo,
como vemos en los magníficos títulos de crédito. Verlo y verlo asustado,
medroso, es todo uno. Está ahí, en sus ojos, ese increíble misterio.
miércoles, 10 de febrero de 2016
Los actores
¿Cómo consigue Jon Hamm, el
actor que interpreta a Don Draper en la serie Mad Men, tener esa mirada líquida y triste? ¿Cómo consiguen los
actores ser actores? That’s the question.
Con talento y trabajo, claro, pero a mí siempre me parece un milagro que
consigan encarnar a otro ser, vivirlo y hacérnoslo creíble. Hay como una punta
de misterio en ellos, en ello, algo que se me escapa siempre y no sé descifrar:
ser otro en alma, carne y hueso.
martes, 9 de febrero de 2016
Aforística
Un adversario bueno es el único buen adversario.
¿Más allá del bien y del mal? Del mal, sí, más allá, más acá, lejísimos siempre de él. Del bien, no, nunca, ni más allá ni más acá, sino en él.
lunes, 8 de febrero de 2016
Jaula de grillos
Como buenos españoles,
algunos de mis hermanos y yo, llegada la ocasión -llegada la discusión-
hablamos muy alto. “¡Chhis, baja la voz!”, nos gritamos unos a otros. Además
ocurre que, en la cocina, en la que comemos los domingos, la sonoridad es
malísima. Si el techo estuviese más abajo, dice entonces, y una vez más, Pili, causaría menos ruido. También como buenos españoles, Lucía
y yo, llegado el momento, competimos a ver quien habla más rápido. Imagínense
entonces la combinación: gritar a toda prisa. Horrible. En lo que se refiere a
la altura de la voz la palma se la lleva mi cuñado/a X, si bien es cierto que
por lo menos “grita” despacio. La última vez que se nos dio por gritar (no
quiero presumir pero yo hice voto de silencio y no abrí la boca) fue a causa de
una cuestión tontísima. Horas, días después, pensaba para mí: “¡Ojalá nos
hubiese dado a todos un ataque de afonía!” Obligados a hablar más bajo,
hablaríamos también más despacio y estoy seguro de que nuestros pensamientos serían
más claros, mejores. La única que se salva, y que nos salva, de esto es mi
madre, como siempre, con su voz despaciosa, clara y dulcísima. ¡Ojalá la hubiéramos
heredado nosotros!
sábado, 6 de febrero de 2016
Un juramento
Tres semanas antes de las
elecciones del pasado 20 de diciembre yo cambié mi voto. Estaba seguro de que
había tomado una buena decisión pero, con todo, quería asegurarme todavía más,
necesitaba más información. Lo que hice fue, en diferido, en los días finales
de la segunda semana de la campaña, zamparme el debate que Pablo Iglesias y Albert
Rivera habían tenido en la Universidad Carlos III, después el que hubo a tres
bandas, ahora ya con Pedro Sánchez, en El País, y finalmente el que hubo a
cuatro bandas, ahora también con Soraya Sainz de Santamaría, en la Sexta. El primero
que vi fue el que juntó a Iglesias, Rivera y Sánchez, ante el cual me juré a mí
mismo que atendería exclusivamente a sus ideas, evitando pues las antipatías en
contra y las simpatías a favor. El resultado fue sorprendente: disfrute
muchísimo, lo pasé realmente bien, coincidiendo aquí con uno, discrepando allí
con otro, estando a medias de acuerdo y a medias en desacuerdo otras veces.
Forcé incluso la empatía en los casos en los que necesitaba hacerlo para
obtener un mejor resultado humano. Al día siguiente vi el debate a dos,
Iglesias-Rivera, y al otro más, el sábado 19 de diciembre, el debate a cuatro,
Iglesias-Rivera-Sánchez-Sainz de Santamaría. Mantuve mi juramento, seguí en mis
trece, y los resultados fueron otra vez sorprendente, humanamente buenos. No
quiero que decaiga esta actitud mía y lucharé porque así sea: atender a lo que
me dicen, sorteando las simpatías y las antipatías, para valorar como mala,
como regular o como buena una idea, sea quien sea el que me la diga, llámese
Iglesias, Rajoy, Rivera o Sánchez. O cualquier otro.
viernes, 5 de febrero de 2016
Los actores negros
Hace unos días fue noticia
en los media la protesta de los
actores negros por la falta de candidatos ídem
a los Globos de Oro y a los Óscars. Algunos de ellos, como Will Smith, no
acudirán a la entrega de estos últimos para escenificar su protesta. Si aquella
falta de candidatos negros obedeció a motivos racistas, es decir, si hubo
críticos en lo que se refiere a los primeros, los Globos, y miembros de la
Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas en lo que se refiere a los
segundos, los Óscars, que no votaron a quien lo merecía porque era negro (o
negra), entonces mi reprobación es también absoluta y, de ser yo actor negro,
no acudiría tampoco a la ceremonia de la entrega de los premios de la Academia.
Y puestos a ser algo, de ser yo Leonardo di Caprio, quien merece pero ya que le
den el Óscar, porque es un actorazo, porque me cae bien y porque lucha contra
el cambio climático (en este punto está en pie de guerra con el papa Francisco,
a quien visitó no hace mucho), mis palabras, es decir, las de Leonardo di
Caprio, tras recibir la “codiciada estatuilla”, serían las que siguen: “Dedico
este Óscar a Alfre Woodard, Angela Basset, Chiwetel Ejiofor, Cuba Gooding Jr., Dany
Glover, Denzel Washington, Don Cheadle, Eddie Murphy, Forest Whitaker, Gabourey
Sidibe, Halle Barry, Jamie Foxx, Jeniffer Hudson, Laurence Fishburne, Lupita Nyong’o,
Morgan Freeman, Pam Grier, Queen Lattifah, Rosario Dawson, Samuel L. Jackson, Sidney
Poitier, Spike Lee, Steve McQueen, Thandie Newton, Viola Davis, Wesley Snipes, Whoopi
Goldberg, Will Smith, por mencionar solo a algunos de nuestros grandes
compañeros negros. Es para vosotros, chicos”.
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